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lunes, 25 de abril de 2016

Tres regalos


Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el  25 de abril de 2016



México es un país futbolero. Fuertemente  inducida por los medios de comunicación hemos desarrollado una admiración rayana en la devoción por los jugadores de futbol soccer. Muchos chiquitos y algunas chiquitas comienzan a practicar este deporte desde muy pequeños impulsados por los amigos y los papás con la facilidad de que las reglas son relativamente sencillas. Ante esta circunstancia los entrenadores de otros deportes suelen tener dificultad para reclutar talentos por lo que han desarrollado estrategias para lograrlo. El futbol americano, en particular, siendo un deporte complejo y difícil ofrece a los papás beneficios colaterales de desarrollo personal como son la ética de trabajo en equipo, tolerancia a la frustración y capacidad de planeación. En su apoyo, les diré que conozco personas, hombres y mujeres, que entrenaron americano de pequeños y que son prueba viviente de la veracidad de esta propaganda. Aún así son pocos quienes lo hacen.

Algo parecido pasa con las carreras científicas. La opinión pública tiene, en lo general, una baja apreciación por la ciencia y por los científicos. Considera a la ciencia aburrida e inútil y a los científicos extravagantes y peligrosos. De manera paradójica, la misma opinión pública tiene una alta apreciación por la tecnología y es capaz de gastar sus escasos recursos en la compra de artículos ostentosos o de moda como por ejemplo un IPhone último modelo. Creo que esta disociación proviene de la falta de entendimiento de que la tecnología y la ciencia son solo dos representaciones de lo mismo y que no pueden existir por si solas.

Al igual que los entrenadores de americano, los entrenadores científicos tenemos que competir contra otras disciplinas para atraer la atención de los niños y jóvenes e inducirlos a estudiar una carrera científica o tecnológica. Conferencias, talleres, exposiciones y mascotas, personajes de televisión, obras de teatro y canciones, todo se vale para posicionar el tema en el imaginario colectivo. En mi caso particular me gusta dar clases magistrales en primaria. Tengo preparados un par de temas que llevo a los salones de clases cuando me invitan los maestros y que comparto con todo el salón. En ocasiones no hay gran respuesta pero a veces sí. Recuerdo muy claramente un grupo de quinto de primaria donde, al final de la sesión de preguntas y respuestas, un estudiante levantó la mano y declaró, con decisión, que de grande iba a ser científico.

Lo que a veces no transmitimos los entrenadores científicos es que nuestros talentos, al igual que en el americano, reciben beneficios colaterales aunque no se dediquen a la ciencia de manera profesional. Quisiera concentrarme hoy en tres de estos beneficios.

El primero es el pensamiento crítico. En una sociedad abrumada por la información de baja calidad que en ocasiones se convierte en charlatanería, se vuelve de vital importancia desarrollar la capacidad de discernir entre lo que tiene sustento y lo que solo busca confundir. Como ejemplo les pongo una nota que apareció la semana pasada donde, poco después del terremoto de Ecuador y del episodio de actividad del volcán Popocatépetl, se aseguraba que “científicos de la UNAM” predecían un terremoto de alta intensidad para nuestro país de manera inminente. No cabe duda que, de ser cierto, esta nota sería suficiente para activar todos los protocolos de seguridad tanto públicos como privados. Sin embargo no fue cierta y su dispersión por redes sociales fue afortunadamente desactivada por el desmentido de los expertos. Todos tenemos anécdotas como estas. Algunas inocuas, otras de gravedad, como es el uso de remedios en lugar de medicamentos para el tratamiento de enfermedades con la creencia de que porque son de origen natural son menos dañinos que un compuesto químico. El caso de la homeopatía es especialmente peligroso y ya ha merecido una nota en esta misma columna. El entrenamiento científico nos da herramientas para analizar la información, toda ella, con un pensamiento crítico, es decir, basado en evidencia.

Equidad de género. En una sociedad como la nuestra donde no se ha podido superar el machismo estructural es particularmente difícil encontrar nichos profesionales donde una mujer pueda desarrollarse y destacar por sus propios méritos. En este sentido el mundo de la ciencia y la tecnología es un espacio un poco más libre de discriminación comparado con otros. En este espacio es posible obtener educación de calidad, un trabajo bien remunerado y oportunidades de desarrollo sin tener que ser la hija de, la novia de o la esposa de alguien. Además, no olvidemos que las niñas tienen mejor desempeño en temas científicos que los niños y que, ya como adultas, tienen ventajas competitivas como son la capacidad para desarrollar múltiples tareas de manera simultánea, mejor disposición para las relaciones sociales y el trabajo en equipo, mejor dominio de la visión periférica, entre otras que se reflejan en el ejercicio de un liderazgo efectivo. Esta equidad también se extiende a la inclusión de personas con discapacidades o capacidades diferentes, que es lo mismo.

Movilidad social y económica. El entrenamiento en disciplinas científicas o tecnológicas tiene un carácter global. A diferencia de carreras convencionales como leyes o contaduría, el conocimiento en ciencias o en ingeniería puede ser aplicado en cualquier parte del mundo. Nuestros doctorados, en particular, son reconocidos globalmente y existen miles de científicos mexicanos que ejercen su profesión fuera del país en posiciones de alto nivel dentro de la estructura de investigación. De igual manera, la ciencia transformada en tecnología mediante la innovación, es la fuente más importante de riqueza en los países desarrollados. Los millonarios del siglo XXI ya no son los dueños de las minas o de los ferrocarriles, son los dueños del conocimiento. El talento combinado con una formación de calidad facilita el emprendimiento y el desarrollo. Esa es la economía del conocimiento.

Extiendo una cordial invitación a los papás a promover la lectura de temas científicos entre sus hijos e hijas, la visita a museos y también a premiar su desempeño escolar. A los estudiantes de secundaria y preparatoria, a cercarse a sus maestros para que los orienten sobre las alternativas profesionales en áreas científicas y tecnológicas dentro de su estado o región. Finalmente, a los maestros y a otros entrenadores científicos a no claudicar en su misión de educar y formar para una mejor sociedad. Por lo pronto les dejo aquí estos tres regalos para sus niños.


lunes, 18 de abril de 2016

Ciencia ciudadana

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivincando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 18 de abril de 2016




Se entiende por ciencia ciudadana la investigación científica llevada a cabo por gente común en acompañamiento de científicos profesionales. Este tema ha sido de interés ya desde hace algunos años por diversas razones. La primera es porque al acercar a la gente común a la actividad científica se mejora su apreciación por la ciencia y se favorece la generación de políticas pública que la promuevan y financien. Segunda, porque fomenta vocaciones. Tercera porque permite la suma de recursos y, finalmente, porque acelera los procesos científicos al incorporar a gran número de personas en la captura y análisis de información a nivel masivo.

De manera histórica se puede reconocer durante los siglos XVIII y XIX a la gran cantidad de naturalistas aficionados que se dedicaron de manera independiente a la colecta, descripción y clasificación de plantas, animales o minerales durante sus viajes por todo el mundo, acelerando el avance de la biología y de otras ciencias naturales. Algunos de los casos más célebres son Charles Darwin así como un personaje cercano a nosotros, Alexander von Humbolt, a quien le debemos el nombre de “Ciudad de la Eterna Primavera” para Cuernavaca.

De manera reciente, se han desarrollado proyectos de ciencia ciudadana dirigidos a la solución de problemas puntales. Por ejemplo, una aplicación de celular para reportar la presencia del mosquito tigre (Aedes albopictus) conocido portador de enfermedades virales como Dengue y Chinkungunya con lo que se amplían las acciones de prevención sanitaria. O el de un portal de gobierno donde se pueden subir descripciones y fotos de inundaciones que permitan actualizar en tiempo real los mapas de riesgo. O un proyecto que utiliza de manera coordinada el poder de procesamiento de computadoras personales para el análisis de información en la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Las posibilidades son infinitas y nos indica que existe una cantidad importante de voluntarios que estarían dispuestos a donar su tiempo y su talento para proyectos científicos pero, hasta esta semana, no había yo tenido la oportunidad de conocer a un científico ciudadano.

El personaje en cuestión se llama Cecilio, Don Cecilio me corregiría a  mí misma, en reconocimiento no solo a su edad sino también al respeto que le tienen en su comunidad. Don Cecilio es agricultor en su natal Chinameca pero no uno tradicional sino uno innovador, de esos que se hacen preguntas y además investigan. Felizmente para todos nosotros Don Cecilio aceptó incorporarse hace un par de años a un grupo de científicos ciudadanos con la intención de recolectar datos relacionados al cultivo de un árbol con potencial productivo de muy reciente ingreso a nuestro campo.

En colaboración con el Dr. Leobigildo Cordova del Colegio de Posgraduados de Chapingo, Don Cecilio participó durante un año en la recolección de información puntual, detallada y precisa de las características climáticas, ecológicas y agronómicas de cada uno de los más de dos mil árboles que tiene sembrados en sus predios. Gracias a la calidad de los datos, los expertos han podido acelerar el conocimiento de la especie en cuanto a crecimiento y productividad pero también en su interacción con otras especies de plantas, animales e insectos.

La generación de esquemas de Ciencia Ciudadana presenta un enorme reto para todos. Por un lado la gente común precisa entender que el éxito de un experimento se basa en la constancia y en la disciplina, cualidades sencillas pero no siempre fáciles de ejercer y que son indispensables para asegurar la calidad de los datos. Por otro lado, los científicos debemos generar una comunicación efectiva para transmitir la importancia, beneficios y condiciones con la suficiente claridad como para involucrar emocional e intelectualmente al voluntario al mismo tiempo de transmitirle el respeto que nos merece su valiosa participación.

Este tipo de experiencias puede ampliarse sin límite. Por ejemplo, podríamos monitorear el estado de salud de nuestras barrancas o entender que tipo de basura se está acumulando en ellas y cuando o identificar las aves que anidan en los diferentes puntos de la ciudad o rastrear el tráfico de autos en calles y carreteras o detectar los daños después de un sismo o identificar la presencia de riesgos potenciales o registrar el avance de temas como equidad de género en el sector laboral o, prácticamente, cualquier tema de interés.

Sin duda Don Cecilio es excepcional pero estoy segura que no es único. Sin duda existen cientos y quizás miles de personas que están dispuestas a colaborar donando su tiempo y compartiendo sus recursos en proyectos de impacto social y económico. El secreto está en cómo plantear la pregunta.

Nota. Le dedico este artículo al Dr. Antonio del Río, pionero y fiel defensor de la Ciencia Ciudadana.

Información adicional 

Proyecto de búsqueda de inteligencia extraterrestre SETI

Proyecto español de prevención ciudadana para enfermedades transmitidas por mosquitos 

Proyecto italiano de identificación de zonas de riesgo por inundaciones e

Ciencia ciudadana en México. Proyecto Plan de Vuelo Morelos.




lunes, 11 de abril de 2016

Quien daña el bosque nos daña a todos

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 11 de abril de 2016



Sin duda alguna el tema de la semana para Morelos ha sido el incendio registrado en las inmediaciones de Tepoztlán.  Para quienes no lo conocen, Tepoztlán es un Pueblo Mágico localizado en la parte norte de Morelos justo en la frontera con la Ciudad de México. Además de Mágico, denominación que otorga la Secretaría de Turismo, Tepoztlán es místico por derecho propio. Cuna de artistas, literatos y libre pensadores, este pueblo se encuentra en las faldas del cerro del Tepozteco y aglutina lo más variado y pintoresco de nuestro estado.

Desafortunadamente o quizá mejor dicho, lamentablemente, esta semana se desató un incendio que, atizado por un fuerte viento nocturno, amenazó a los habitantes de la cabecera municipal y de un puñado de poblaciones menores. Refuerzo el adjetivo lamentable porque en esta ocasión el incendio fue provocado por la negligencia de un productor que realizó una quema agrícola arbitraria de la cual perdió control con el resultado 244 hectáreas de bosque dañadas.

Los incendios forestales son naturales en nuestro planeta, sobre todo en el estío, sin embargo su ocurrencia es poco frecuente en bosques inalterados pues la sombra producida por las copas cerradas genera un microclima húmedo que retrasa la propagación el fuego. La tala inmoderada trae como consecuencia que el sol reseque el follaje del suelo y también que el viento corra con mayor velocidad en ese nivel atizando los rescoldos.  Eso sin duda fue lo que ocurrió en Tepoztlán durante la primera noche del incendio. Para los siguientes dos días se necesitaron 233 brigadistas y cinco aeronaves con un costo indeterminado pero seguramente alto para corregir la imprudencia de una sola persona.

Para un ecosistema sano, la ocurrencia de un incendio tiene un impacto menor debido a su alta capacidad de regeneración. La naturaleza ha utilizado los incendios espontáneos como mecanismo de control para eliminar el exceso de combustible, así como para regular el ecosistema a nivel de suelo y permitir el crecimiento de algunas especies herbáceas. De hecho las dos especies de árboles que se encuentran en los bosques de Morelos, el pino y el encino, están adaptadas para resistir incendios naturales al poseer una corteza gruesa con capacidad de cerrar cicatrices y de rebrotar. Las piñas cerradas toleran bien el fuego y al abrirse liberan semillas que pueden germinar en las cenizas frescas. En condiciones naturales los incendios se presentan en el mismo sitio cada 40 a 300 años permitiendo que en ese tiempo crezcan renuevos y las semillas germinen regenerando el bosque.

Para un ecosistema perturbado, como el que se encuentra en la Sierra del Tepozteco y desgraciadamente en toda la zona de los altos de Morelos, la ocurrencia de un primer incendio aumenta la probabilidad de reincidencia. Esto, aunado a la mala práctica de sustituir los bosques por hierbas inflamables como la avena forrajera empeora aún más la situación.

En lo que toca a la fauna, cuando los bosques están inalterados se generan nichos de alta humedad que sirven como refugios naturales a especies de pequeños mamíferos y reptiles que solo pueden sobrevivir en esos lugares. En bosques perturbados estos refugios desaparecen y la fauna se ve en riesgo de muerte pero también de otros tipos de daños de largo plazo como estrés por la desaparición de territorio, cobijo y sustento. Estudios realizados en bosques rusos indican que después de un episodio como el de Tepoztlán se pierde el 80% de las ardillas, el 90% de los roedores y el 25% de especies mayores como jabalíes en la zona afectada. Las aves también sufren por la pérdida de arboles huecos donde anidar.

Por supuesto que un incendio forestal también tiene un impacto en el medio ambiente al aumentar de manera dramática las emisiones de bióxido de carbono y de cenizas que además de contaminar el agua de ríos y lagos empeorará sin duda todavía más la crisis ambiental de la Ciudad de México la cual reseñamos en la columna de la semana pasada.

El bosque de los altos de Morelos es, además de una reserva de biodiversidad, la zona de captación de agua para el resto del estado. El deterioro intencional de esta zona producido por la tala inmoderada tiene graves y posiblemente irreversibles consecuencias para todos.

Hace algunos años revisé el tema de los servicios ambientales, un esquema económico donde los beneficiarios de la existencia de un ecosistema emiten un pago para preservarlo. En este caso, los cuidadores del bosque del Tepozteco recibieron durante 10 años y hasta 2010, un pago anual de mil quinientos pesos por cada hectárea con las condiciones de no cambiar el uso de suelo, de conservar la cobertura forestal y de evitar la degradación y el sobrepastoreo.

Los servicios ambientales han tenido éxito para la preservación de ecosistemas en otros países, desgraciadamente en el nuestro se suspendió el programa hace ya varios años y al no haber generado alternativas productivas devino en el establecimiento de la tala clandestina siempre acompañada de otros tipos de actividad delictiva.

Quien daña al bosque nos daña a todos. Espero que el responsable del incendio de Tepoztlán rinda cuentas por su negligencia la cual puso en riesgo un ecosistema frágil pero imprescindible atentando contra la vida de cientos de personas inocentes. Francamente, lo menos que les debe es una disculpa.

Información adicional

Publicación previa sobre servicios ambientales Téllez y Valderrama

Incendios forestales y diversidad biológica Nasi et al.

Panorama oficial sobre los servicios ambientales en 2009




lunes, 4 de abril de 2016

Ya es tiempo de los biocombustibles

Artículo publicado originalmente por Brenda Valderrama en la columna "Reivindicando a Plutón" del Sol de Cuernavaca el 4 de abril de 2016.


Noticia de última hora: “Con la intención de reducir los altos niveles de smog, las autoridades de la ciudad han decretado que ningún carro o motocicleta podrá circular a partir de esta mañana de las 10 de las mañana a las 4 de la tarde. Como medida compensatoria, se anuncia una reducción permanente en el costo del transporte público, conocido como boleto anti-smog. La desesperada medida se implanta después de las autoridades aceptaran públicamente el fracaso del programa que prohíbe la circulación de la mitad de los autos de la ciudad, alternando las placas terminadas en números pares y nones, así como la restricción permanente a todos los motores de diesel de modelos antiguos. La junta directiva de calidad del aire podrá emitir, dependiendo de la evolución de los indicadores, medidas complementarias en el transcurso de las próximas semanas. Repetimos, ningún auto o motocicleta tendrá permitido circular en los próximos dos días”.

 Imagínense la sorpresa y el disgusto que se llevaron los habitantes de la ciudad de Roma cuando escucharon, el pasado 28 de diciembre de 2015, ésta noticia en todos los noticieros de radio y televisión. Así, sin previo aviso, quedaba prohibido el uso de autos particulares y todos a caminar si es que quisieran llegar a la escuela o a sus lugares de trabajo. Estas duras medidas han sido, sin embargo, aceptada sin protesta por los 2.6 millones de romanos sensibilizados desde antes con la gravedad de la situación de la calidad del aire de la ciudad tal como lo demuestran los estudios realizados por Cesaroni y colaboradores los cuales indicaron que los altos niveles de contaminación medidos como óxido nitroso y polvo inhalable (PM2.5) podrían haber sido la causa de decenas de miles de casos mortales de accidentes cardiovasculares, enfermedades respiratorias y cáncer de pulmón.
Todos sabemos del riesgo de la contaminación sobre la salud, sin embargo, el crecimiento desordenado de las ciudades, la concentración de los sitios de trabajo en sitios lejanos de las zonas habitacionales y la mala calidad del servicio de transporte público han impulsado la adquisición de automóviles particulares al nivel de que en estos momentos en Cuernavaca existe un auto por cada 6 personas.

La cercana crisis ambiental de la Ciudad de México debe servirnos de alerta para atender y, si es posible, evitar que la contaminación del aire de nuestras ciudades llegue a niveles catastróficos. Se ha hablado mucho de optimizar las rutas del transporte colectivo, de actualizar el modelo de camiones y minibuses, de impulsar el uso de bicicletas y autos eléctricos, de eliminar el estacionamiento de particulares en la vía pública, de transformar las ciudades en policéntricas y de mejorar la eficiencia de calderas y aires acondicionados. Estas medidas, de poderse llevar a cabo, mejorarían sin duda la calidad del aire al reducir las emisiones atmosféricas sin embargo considero que existe un tema adicional que aceleraría el cambio y que no ha sido mencionado por ninguna autoridad y es el uso de biocombustibles, en particular biodiesel.

Los motores de compresión, típicos en camiones y tráilers, utilizan diesel en lugar de gasolina. El diesel proviene del procesamiento del petróleo y su combustión es una de las principales fuentes de contaminantes como óxidos nitrosos y de azufre y también de partículas inhalables (PM10). El biodiesel es la alternativa ecológica al diesel. Proveniente del procesamiento de aceites vegetales, no aumenta la concentración de bióxido de carbono o de otros gases de efecto invernadero. Sus niveles de óxidos nitrosos y de azufre son mínimos y su mejor combustión reduce la emisión de partículas inhalables. Al ser químicamente idéntico al diesel de petróleo, no es necesario realizar ningún ajuste a los motores convirtiéndolos en transporte 100% ecológico.

Las plantas más comunes para la producción de biodiesel son el girasol, la canola, el cacahuate, el algodón y el piñón mexicano también conocido por su nombre científico, Jatropha curcas. La siembra de cultivos energéticos es ya una actividad estratégica en España, Brasil o Argentina, países que han multiplicado la superficie sembrada. La producción de biodiesel no solo mejora el medio ambiente, también refuerza la balanza comercial de países importadores de petróleo y favorece el desarrollo y estabilización de productores rurales en zonas de alta marginación.

El reto y la oportunidad que existe ahora es el desarrollo tecnológico que permita, por un lado, reducir los costos financieros y ambientales de los cultivos energéticos abatiendo el uso de plaguicidas, fertilizantes y riego, y por otro lado, el diseño de nuevos procesos industriales más eficientes y eficaces, que permitan la producción de biodiesel por debajo del precio del diesel convencional.

México se encuentra en el camino correcto. En un esfuerzo colectivo reciente, un grupo de especialistas agrícolas desarrolló una estrategia tecnológica de bajo costo que permite la siembra masiva de variedades no tóxicas del piñón mexicano la cual inició el año pasado con las primeras 350 hectáreas. De manera paralela, la Secretaría de Energía destinó 3 mil millones de pesos a un consorcio de cinco grupos para el desarrollo de los biocombustibles, entre ellos el biodiesel.

En el marco de la reforma energética se abre el camino para la inversión privada en la producción de biodiesel y el panorama es más que atractivo. Suponiendo, conservadoramente, que se sustituyera solamente el 40% del diesel se necesitarían 120 mil barriles diarios del biocombustible con un valor de mercado de 286 millones de pesos diarios.

El viraje hacia los biocombustibles ayudaría a reducir el tiempo necesario para transformar nuestros hábitos de transporte en alternativas más saludables y ambientalmente amigables. Misma potencia, menor contaminación.

Información adicional

Atlas de la agroenergía y los biocombustibles en las Américas

Efecto de la exposición prolongada a contaminantes ambientales en una cohorte de un millón de adultos en Roma

Reporte nacional de movilidad urbana en México 2014-2015